Terapia

EMDR

¿Qué es la terapia EMDR?

EMDR, o Desensibilización y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares, es una técnica psicoterapéutica que se utiliza para abordar dificultades emocionales derivadas de experiencias vitales estresantes y traumáticas.

El método EMDR fue descubierto y desarrollado por la Doctora Francine Shapiro en 1987 y desde entonces ha demostrado ser altamente efectivo en el tratamiento del trastorno de estrés agudo y postraumático. Está demostrando ser de gran utilidad para personas que han sido víctimas de violencia (abuso sexual, maltrato físico, abandono emocional en la infancia), accidentes o catástrofes naturales y para tratar otro tipo de problemas como fobias, trastornos de ansiedad, ataques de pánico, depresión…

Cuando una persona experimenta un trauma, el cerebro humano tiene una capacidad innata para procesar y superar la experiencia de manera adaptativa. Sin embargo, en casos de traumas intensos o prolongados en el tiempo, este proceso puede bloquearse, lo que provoca una reexperimentación del suceso traumático en diversas situaciones de la vida cotidiana y la persistencia de los síntomas asociados a éste sin que, en muchos casos, la persona sepa por qué le ocurre.

A través de EMDR se facilita este proceso de procesamiento adaptativo de la información, ayudando a la persona a entender y procesar de manera natural las experiencias traumáticas que continúan generando malestar, reduciendo, como consecuencia de ello, los síntomas emocionales y físicos asociados con el trauma y promoviendo la recuperación y el bienestar emocional.

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Las sesiones tienen una duración de entre 50 minutos y una hora. Y pueden ser presenciales u online, según las circunstancias o preferencias de cada persona y las características de la intervención.

Las primeras sesiones están dedicadas a recopilar información sobre el paciente con el fin de conocerle y entender el motivo de consulta. Es posible que el psicólogo solicite pruebas adicionales como test o autorregistros con la finalidad de ampliar la información sobre el paciente y así poder diseñar la intervención que mejor se adapte a sus necesidades.

La práctica clínica ha demostrado que para que la terapia sea efectiva y los resultados sean progresivos, en ciertos casos lo adecuado es planificar una sesión semanal. De esta forma, el trabajo es más seguido y constante y favorece que los resultados sean más rápidos. Según el grado de avance y la mejoría del paciente, las sesiones se pueden ir espaciando.

No obstante, la frecuencia siempre la decide el paciente, según sus deseos y posibilidades.

Si, el código deontológico del psicólogo le obliga a guardar secreto profesional. No puede comunicar datos a terceros sin el consentimiento previo del interesado y, además, esos datos deben ser tratados de conformidad con la normativa vigente en materia de protección de datos de carácter personal.
Únicamente, en el caso de los menores de edad, se requerirá el consentimiento de los padres para iniciar el tratamiento.

Lo primero que debemos tener claro es que solo contaremos lo que queramos contar. Lo segundo que debemos tener claro es que el psicólogo no juzga. El psicólogo obtiene información, comprende a la persona que tiene delante y trabaja conjuntamente con ella para conseguir sus objetivos y alcanzar su bienestar emocional.

Es cierto que cuanta más información obtenga el psicólogo, más fácil será comprender al paciente y entender su contexto vital. De esta forma, será más rápido el proceso de intervención. Pero también sabemos que, al igual que hay personas a las que le resulta fácil hablar de sí mismas, otras necesitan tiempo para que se establezca el vínculo terapeuta y paciente que les ayude a sentir confianza.

A lo largo de horas y horas de práctica los psicólogos hemos podido comprobar que, ambas modalidades (presencial y online) son igualmente eficaces, salvo en casos excepcionales debido a problemas concretos o sesiones en las que se vaya a llevar a cabo alguna técnica en particular que haga necesario hacerlo de modo presencial. Pero, en general, los factores más importantes para que una terapia funcione son la motivación por parte del paciente y que se establezca un buen vínculo entre éste y el terapeuta, algo que incluso puede verse favorecido con la sesión online, ya que el paciente se siente en un espacio seguro y conocido.